La privacidad digital es como una puerta que protege tu vida online. Pero no siempre necesitas una puerta blindada; a veces una cortina basta. Todo depende de lo que haces y del riesgo asociado.
Calibrar los niveles de protección es clave. No es lo mismo buscar recetas que realizar una transferencia bancaria o compartir documentos sensibles. Existen cuatro niveles de amenaza: bajo (búsquedas comunes), medio (compras online), alto (datos financieros) y muy alto (periodistas, activistas, etc.).
Para cada nivel hay herramientas adecuadas: navegación privada, VPN, cifrado, autenticación en dos pasos. No necesitas máxima protección siempre, solo cuando es necesario. Es como llevar un paraguas: no hace falta todo el tiempo, pero es esencial cuando llueve.
Una estrategia clave es compartimentar: usar cuentas y dispositivos distintos para distintas tareas. Así, si una parte se ve comprometida, el daño no afecta todo.
La metodología RPA (Reconocer, Priorizar, Actuar) te ayuda a decidir qué proteger y cómo. No se trata de paranoia, sino de sentido común.
Recuerda: la privacidad no es un lujo, es una herramienta. Úsala con inteligencia, como parte de tu rutina diaria, y protege tu identidad digital con el mismo cuidado que proteges tu identidad física.
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